Los cajones de mi habitación.

Llevo un mes literalmente ordenando los cajones de mi habitación, los archivos de mi ordenador y los papeles de mi despacho. No puedo evitar proyectarlo en metáforas relativas a la psicología y el funcionamiento cerebral. Lea quien quiera leer, si tiene cajones llenos. Seré breve.
Los cajones de mi habitación
Durante años cerrados acumulando de todo. Camisetas, bodys negros y más bodys negros, pen drives, entradas de cine y trípticos de viajes. ¿Garantías? Pero si no hay garantía de nada si sabes leer la letra pequeña. Cuídalo, sin más. Bañadores, pendientes, cremas efecto lifting, bragas estrenadas y bragas por estrenar, faldas que detesto y faldas que adoro, chaquetas que abrigan y chaquetas que dan la sensación de abrigar pero que no abrigan. Pantalones que solo mirarlos me hacen sentir incomoda. Pantalones que siempre repito. Aquella pulsera de urgencias, el costurero que te hace crear, y esos trescientos bolsos que no usas pero te da pena tirar. Alguna revista que nunca leí, maquillaje que nunca me puse porque al final soy de la sencillez e intensidad del pintalabios rojo. Zapatos, zapatos, cajas de zapatos llenas, cajas de zapatos vacías. Zapatos que te pusiste cada día y que ya nunca te pondrás. Obvio que de esto me quede con menos de la mitad.
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Tenía tres cajones llenos a rebosar. En ocasiones se abrieron e inmediatamente cerraron del susto que dieron. Pero estos días quería encontrar.
Encontré miedos que quemar, me adelanté a san Juan. Y recuerdos que conservar, muy selectivamente.
Encontré pasado y futuro, y me quedé con el presente. Bueno va, también con una pizca de pasado y futuro. Como el toque de la especia en el plato principal. Imprescindible y que otorga personalidad.
Encontré pensamientos que reordenar, reubicar y reprogramar.
Ahora tengo tres cajones vacíos, y calma. Para apreciar el vacio. Para dar cabida a la posibilidad.
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Renové.
Los cajones de mi mente.
Los cajones de mi habitación.
Me volví exquisita. Y me prometí la constancia.
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Abrir, para observar.
Sacar, sacarlo todo.
Quemar, lo que pesa.
Dejar estar, lo que aporta.
Y ordenar, reprogramar.
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¿Y tus cajones?
Atentamente,
Eva.
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